viernes, 8 de enero de 2010

Secretos


“¿Cómo he podido ser tan estúpida?” pensó Verónica mientras miraba la lluvia que resbalaba en el cristal. A través de la ventana se podía ver el verde jardín, con bancos alrededor del pequeño cenador que ocupaba la mayoría de su extensión, rodeado por unos faroles, que ahora estaban apagados y mojados por la lluvia


-Verónica ¿me escuchas o pasas de mí?- dijo con desesperación Lucía, que la observaba desde el otro extremo de la habitación. Verónica se dio la vuelta muy despacio para ver a su amiga sentada al borde de la cama, más pálida de lo que era habitual en ella. Tenía el pelo recogido en una coleta alta, haciendo que sus castaños rizos le cayeran en cascada hasta la altura del cuello. Llevaba un chándal gris y negro, empapado, y unas deportivas destrozadas. Lucía se puso lo primero que le dio tiempo a coger de casa cuando Verónica la llamó con urgencia para que fuera a visitarla. En realidad, Lucía quería pasarse por su casa, ya que tenía que hablar con ella. Necesitaba hablar con ella Sus cuadradas gafas le daban un aspecto culto y moderno, y bajo ellas se escondía una mirada de desesperación, aunque Verónica sabía más que de sobra, que bajo esa aparente actitud, lo único que había era una gran preocupación. -¿Por qué me has llamado? ¿Es que ha pasado algo? ¿Algo que me tengas que contar?- preguntó con una creciente preocupación, haciendo énfasis en la palabra “tengas”, como recalcando la necesidad de que lo hiciera.


-No- susurró Verónica mientras se daba de nuevo la vuelta hacia la ventana- simplemente, no quería estar sola.


-Oye tía. ¿De verdad que no te hizo nada? ¿David no te agredió físicamente… verdad?- Lucía, que estaba ante todo preocupada por su amiga, sentía sin embargo una rara curiosidad por esa respuesta, como si de ella dependiera su futuro.


“David” repitió para si Verónica mientra cerraba los ojos.


-No- se escuchó como respuesta.


“Mentirosa, mentirosa, mentirosa, ¡mentirosa!” las palabras quemaban a Verónica por dentro. Se agitó en un intento desesperado de cambiar de pensamiento.


“David” ese pensamiento era el doble de doloroso y casi imposible de sacárselo de su cabeza. “¿Cómo he podido ser tan tonta?” se dijo mientras apretaba los párpados contra sus ojos cada vez con más fuerza. “¿Cómo he podido imaginar que iba a funcionar? ¿Cómo he podido pensar que de verdad sentía algo por mí?” Guapo, popular, rebelde, el típico “chico malo” de moda. Que probaba de todo: tabaco, alcohol… con actitud pasota, suspendía todas las materias menos educación física, aunque nunca sacaba más de un 7 por su actitud en las clases. Y cuando se fijó en ella…


“Pensé que le gustaba, que le gustaba de verdad” ”Los primeros días, incluso las primeras semanas era todo tan perfecto” ”Era tan encantador, tan atento…Era inimaginable pensar que todo terminara así”. Verónica se escudaba en ese pensamiento, pensando así que no había sido culpa suya que acabara todo como acabó. Después de un par de semanas saliendo, semanas en las que él era perfecto, todo se volvió negro para ella, pero aguantó. Tras múltiples insultos y amenazas, ella no le dejó, pensando que hacia eso por que era su forma de ser. Y tras innumerables humillaciones delante de sus amigos, haciéndola quedar como una estúpida, infantil y mimada niña, y todo para demostrarles a ellos quien mandaba en su relación, ella no le abandonó, refugiándose en que en realidad él no pensaba eso. Después de millones de situaciones difíciles, en las que tenía que dar la cara por él aunque no se lo mereciera, y discusiones con su familia, amigos y gente cercana, defendiendo la actitud de él ante todos ellos, ella no dudo en seguir haciéndolo las veces que fueran necesarias, porque él, ella estaba segura, haría lo mismo en su situación. Porque pensó que, a pesar de los insultos y demás cosas, él la quería, y que nunca la haría daño, que su limite eran las amenazas y humillaciones. Ese era el límite, él nunca podría hacer algo peor. “Era el precio que debía que pagar para estar con él, y disfrutar de los pocos momentos en los que ella notaba su cariño”, recordó amargamente con una sonrisa triste en los labios.


Pero en el fondo, cuando ocurrió, cuando él traspasó el límite, no se sorprendió, sabía que algún día tendría que suceder, que no podía estar así eternamente. Que tenía que ocurrir. Cuando uno de esos días en los que él la llamaba a altas horas de la noche, pretendiendo dar una vuelta con ella, con el único fin de que al llegar a casa no se notara tanto el alcohol de más que llevaba encima después de sus interminables botellones, a los que hacía tiempo que a ella no invitaba, y se fueron a pasear por un parque cercano a la casa de David, y el la agarró del culo y la besó con fuerza, ella, aunque no lo admitiría nunca delante de nadie, se lo esperaba. Ese agarrón y beso podrían interpretarse como pasión en cualquier otra relación, pero no en la suya. En su relación significaba que el quería algo que ella todavía no estaba preparada para darle. Cuando la empotró contra el árbol más cercano y empezó a besarla cada vez con más fuerza, acercándola a su cuerpo, la expresión de Verónica no era de sorpresa, ni tan siquiera de pánico. Era de la más absoluta y pura decepción. Había estado esperando que hubiera una mínima posibilidad de que no ocurriera así, de que todo cambiara, de que él cambiara, de que nunca lo hiciera y de que las cosas volvieran a ser como los primeros días de su noviazgo, los días más felices de su vida.


- David, por favor- susurró ella muy bajito, con la esperanza de que no se ofendiera y de que se diera cuenta del error más grande que estaba cometiendo. Pero él no se detuvo, y aunque Verónica estaba segura de que la había oído, ella lo intentó otra vez, esta vez apartando su furiosa boca de su cuello suavemente, intentando de nuevo que no se enfadara.


-David en serio, no quiero- susurró. Repentinamente, David paró, haciendo que Verónica suspirara de alivió, y levantó la cabeza lentamente. En su cara se dibujó una sonrisa burlona, la misma que antes Verónica había amado tanto, pero que esta vez parecía diabólica, una insinuación de lo que iba a suceder a continuación.


“No se va a rendir”, No quiere parar” ”No me va a hacer caso”. La vista de Verónica se nubló cuando se dio cuenta de su tremendo error, más grande incluso del que estaba cometiendo David, el error de confiar en él, el error de darle una oportunidad tras otra. La invadió un tremendo pánico cuando vio que el volvía a bajar la cabeza hacia su cuello.


Casi sin pensar, se agachó y consiguió salir del abrazo de David por debajo de sus brazos, dejando a éste desconcertado.


-Es muy tarde, David, tengo que irme- le explicó ella atropelladamente mirando fijamente su expresión de sorpresa, cuando ésta se volvió, en un abrir y cerrar de ojos, en una expresión de furia, y arremetió contra ella, propinándole un fuerte puñetazo en el lado derecho de su cara, haciendo que Verónica perdiera el equilibrio y cayera al suelo temblando de terror.


Verónica abrió los ojos repentinamente, observando que unas lágrimas húmedas y grandes le caían por las mejillas y se estrellaban contra el suelo, impidiéndole ver las gotas de lluvia que seguían resbalando por su cristal.

“Verónica ¿David no te agredió físicamente… verdad?” había preguntado Lucía hace unos minutos.


“Sí que lo hizo” “Lo hizo, pero se arrepintió, y aun estando borracho, se dio cuenta de que se había pasado”. ”Suerte que se dio cuenta; suerte que me pidió perdón y me ayudo a levantarme; y sobre todo, suerte que cortó conmigo allí mismo, prometiéndome no volver a llamarme, ni siquiera hacía falta que yo le saludara… sólo tendría que cumplir la promesa; teníaue prometerle que no se lo diría a nadie, que nadie sabría lo que en realidad pasó esa noche, nadie, nunca” ”Será nuestro secretillo- había susurrado con su malévola sonrisa en los labios- y como me entere de que se lo dices a alguien, me ocuparé de hacerte la vida imposible” ”<¿Una nueva amenaza?>-pensé-Total, por prometerle una cosa más, pero si me aseguraba no volver a encontrármelo, no volver a verle, no volver a sufrir por él; aunque quisiera, no podía decir que no - Será nuestro secreto- repetí”.


-No- volvió a repetir Verónica, dejando desconcertada a Lucía, que también estaba absorta en sus pensamientos- no me agredió físicamente.


“Entonces le diré que sí” pensó Lucía, sonriendo para si. “Verónica no sabe como tratar a un chico, como hacer que te respete y yo sí”. “Que él la tratara de esa forma era porque, de una manera u otra, ella se dejaba” “Además, a ella no la ha hecho daño, y eso que la trataba como el culo”. “Si la hubiera pegado, sería otra cosa, pero si ella me dice que no la ha tocado…” “Y es tan guapo y encantador conmigo…” “Si, saldré con David”.

5 comentarios:

  1. la verdad es que está bastante bien para ser de tus primeras historias. Escribe más a ver que tal xd

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  2. Dios Irene
    menuda historia
    se puede saber en que te has inspirado para hacer una historia tan dura?
    Tengo que preocuparme?
    te quiero =)

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  3. jajaja No tienes que preocuparte
    Lo qe me preocupa a mi esque mi madre dijera lo mismo...
    un beso

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  4. oh dios mio!!!! pero que bonita!!!! *o*
    muy bonita chiquitilla...
    pero opino lo mismo que paula =S pero es preciosa =D

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  5. Irene, es una historia preciosa, bueno preciosa tratando el tema que trata..., espero que ninguna lágrima alla caido para tener que escribir esto, creo que yo también me voy a tener que preocupar al igual que Alba y Paula.
    UN BESOTE :D

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