viernes, 15 de enero de 2010

Capitulo 1. apuestas de amor

Sonó el timbre. Todos los chavales salieron del instituto como si les fuera la vida en ello. ”Tengo un hambre…” pensaba uno, mientras se apoyaba en la columna esperando a que su amigo saliera de clase.”Siempre tiene que salir tarde, ¿lo hace aposta o qué?” seguía pensando, enfadándose a medida que pasaba el tiempo, y veía que su amigo seguía sin salir. ” ¡Dios!, se me había olvidado, si hoy tengo lentejas,” pensaba otro, dirigiéndose enfurruñado hacia su casa.


La salida del instituto se convirtió, en un momento, en un hervidero de chicos, deseosos de llegar a sus casas.


Como todos los días, Verónica esperaba pacientemente a que todo su grupo saliera de las clases. Era una chica sencilla que iba con unos vaqueros raídos y una camiseta negra de manga corta, ajustada, que dejaba entrever una tripa plana y una pequeña luna tatuada en la parte derecha del vientre. Tenía el pelo largo, entre castaño claro y rubio oscuro, y sus brillantes rizos le caían en cascada y descansaban sobre sus hombros. Tenía la cara alargada, y los ojos marrones, que miraban curiosos el otro extremo del instituto.


-¡Verónica!- gritó alguien entre el gentío, mientras se acercaba a ella.


-Verónica, tía, ¿donde te habías metido? Te estamos buscando desde hace media hora. ¿Qué miras? -preguntó Lucia, la mejor amiga de Verónica, mientras que seguía el hilo de su mirada.


-A él- susurró Verónica, que bajó la mirada avergonzada.


-¿Qué?, bueno, da lo mismo, ¿sabes que ha pasado hoy en clase? ¡Buah! No te lo vas a creer…


-Si, jaja, a Gema le han dicho que salga a la pizarra, ¡y se ha caído! ¡Es más torpe! Y cuando se ha levantado…- Nuria, la más habladora de todas, seguía con su cháchara habitual, mientras que el grupo se dirigía a sus casas.



Sin embargo, Verónica no las escuchaba, ni siquiera las miraba. Continuó caminando sin pensar ni en la comida, ni en la caída de la pobre Gema, ni en la cantidad de deberes que tenía que hacer por la tarde, ni en nada mundano. Su cabeza giraba en torno a ése que estaba en la otra punta del instituto, rodeado de un montón de chicas que revoloteaban a su lado cual abejas a la miel. ¡Qué asco! No le dejaban ni siquiera espacio para que se pudiera fijar en ella. “Claro ¡cómo se iba a fijar en mí, si en todo el tiempo que llevo en su clase, simplemente le he dicho: Las doce y cuarto!” pensó Verónica despectivamente, recordando el día en el que él le había preguntado la hora. La sonrisa tonta que se le puso, al mirar sus ojos verdes, que la observaban con curiosidad. Cómo la sangre se le subió a la cabeza, poniendo colorados sus mofletes, y como tartamudeó ella al decir la hora:


-Las do… las doce y cuar… las doce y cuarto…Dani- susurró, sonriendo cuando le salió por fin su nombre.


- Gracias Julia, -sonrió él, hablando en tono jovial y se dio la vuelta hacia a sus amigos:


- ¡Todavía hay que aguantar media hora chavales!- dijo riéndose, mientras golpeaba con su puño al amigo más cercano


“¡Ay! que ojos, que sonrisa, que labios…” pensó Verónica, suspirando muy bajito. “Aunque se equivocó de nombre…pero…eso da igual, su intención era buena…” sonrió para sí misma, hasta que su pensamiento varió, y se le borró su sonrisa interior de un plumazo “Y esas chicas, ¡no pintan nada con él!, ¡no entiendo por qué Daniel tiene que ser tan superficial, esas no tienen nada de especial! No sacan buenas notas, no son graciosas, y ni siquiera son muy guapas, bueno mas guapas que yo seguro…”


-¡Vero!, ¿pero tía, que te pasa hoy? Seguro que no te has enterado del nuevo ligue de Rocío ¿a que no?- Lucia la miraba de hito en hito, con esos ojos sabios ocultos bajo unas lentillas, a las que todavía no se había acostumbrado, ya que tenía el ojo izquierdo un poco inflamado.


- ¿Qué? Eh… sí, me gusta tu camiseta, te hace buen cuerpo- respondió Verónica, no muy segura de su respuesta, y dándose cuenta por primera vez de que estaba en la puerta de su casa, y que todo su grupo ya se había ido, quedando solamente Lucia, que la miraba con una sonrisa burlona y la preocupación en los ojos.


-Si, ¿A que es mona?, pero Vero, no estamos hablando de eso. Hace ya un tiempo que estás muy rara, y todas nosotras estamos preocupadas. No me mires con esa cara ¿No me iras a decir ahora que no te has dado cuenta? !Pero tronca! Bueno, te has tenido que dar cuenta de que llevas unos días esperando a que salgamos de clase en un sitio diferente al que quedamos siempre, y hoy, ¡Ni siquiera estabas allí! Oye Vero, ¿sabes que a mí me lo puedes contar todo, verdad? Dime qué te pasa por favor.


-Yo…no me pasa nada.


-¿Es ese chico no? ¿Es Dani?


-eh…-mientras Verónica mantenía una lucha interior, Lucia la miraba cada vez con los ojos más abiertos-…si- susurró Verónica, rindiéndose finalmente. Se había prometido mantenerlo en secreto, pero Lucia siempre lo adivinaba todo.


-¡Lo sabia! Te había visto mirarlo un par de veces, pero no estaba segura. ¡Pero cuando te he visto mirarlo hoy…! Podrás engañar a todos, a todos menos a mí, porque yo te conozco casi mejor que tu madre y…-Mientras Lucia se regocijaba de su victoria personal, Verónica exclamó:


-¡Pero no se lo digas a nadie! Lucia, prométemelo. No quiero que nadie lo sepa, no quiero ser la comidilla del grupo ¿Esto queda entre nosotras vale?


-¡Si claro, claro! ¿No confías en mi o que?¿ pero haber, ¡cuéntamelo todo! ¿Desde hace cuanto que te gusta?, ¿te gusta un poco o te gusta… gusta?, ya sabes,…- Verónica se desahogó con Lucia, contándole todo lo que se había prometido que mantendría en secreto, mientras rezaba para que Lucia no hiciera de las suyas y no se lo contara a nadie.

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